El día 16 de noviembre de 1585, protegidas por la oscuridad de
De ellas desembarcaron numerosos hombres armados y se dirigieron a Almazarrón para saquear y hacer prisioneros a quienes vender como esclavos o por quienes pedir rescate.
Uno de aquellos tripulantes era Mamí, un moro que, años antes, había sido capturado por los mazarroneros y, tras demostrar su fidelidad y honor, fue liberado bajo la promesa de conseguir, en la costa africana, la libertad para un familiar de su amo, cosa que cumplió.
Mamí había dejado buenos amigos en Almazarrón y, sabiendo que la villa no podría resistir el ataque, intentó que sus compatriotas se retirasen. Para ello expuso a Morato que la empresa era difícil, ponderando que su gente era insuficiente para una tierra desconocida y que, en aquel lugar, había mucha gente armada y valerosa acostumbrada a defenderse de ese tipo de incursiones.
En su empeño por evitar la tragedia exageró al decir que había más de mil vecinos y cien caballos de guerra con jinetes expertos.
Confiando en el factor sorpresa de la madrugada, Morato no se amilanó y mandó a sus huestes cruzar sigilosamente la sierra de Piedra Mala (Las Moreras) y, ya con la villa a la vista, envió a dos espías para recabar información del estado de la población.
Señales de alarma
Mientras esperaban, se escuchó a la campana tocar la vela del cuarto del alba (cuatro de la madrugada) con golpes tan presurosos como cuando lo hacen a rebato. Se debió a que, precisamente aquella noche, la estaba tocando una persona novata en el oficio.
Al mismo tiempo, a un vecino llamado Andrés Muñoz se le escaparon dos mulas en dirección al lugar donde los piratas estaban concentrados. El sonido de los cascabeles con el trote provocó el terror entre los moros, pues, desde hacía muchos años era conocido que un sonido similar, producido por el caballo del marqués de los Vélez, solía poner en fuga a los enemigos.
A su regreso, los espías dieron cuenta de que, en una casa, había varios hombres reunidos (no sabían que estaban jugando a los cientos) y que uno de ellos decía poseer. él solo, catorce caballos. Supusieron, pues, que los habitantes del lugar no estaban desprevenidos.
La huida
Al no saber interpretar la realidad de esta serie de acontecimientos casuales, muchos piratas empezaron a sentir miedo, lo que aprovechó Mamí para reiterar sus advertencias, añadiendo que todas esas señales significaban que se habían dado cuenta de su presencia y estaban preparados para hacerles frente y, que mientras se quedasen en aquel territorio, estaban poniendo en riesgo sus vidas.
Morato Arráez intentó, sin conseguirlo, poner orden en sus huestes pero el imaginario peligro inminente ya había hecho mella en casi todos sus hombres, así que comenzaron una huida desordenada provocando ruidos que alarmaron a los mazarroneros, quienes, ahora sí, iniciaron su persecución.
Retornaron los moros por el mismo camino de su llegada dirigiéndose hacia las calas de Cueva de los Lobos donde les esperaban sus naves.
En plena fuga apareció, en medio de un resplandor, una amazona que les perseguía y provocaba aún más espanto y confusión con lo cual, muchas armas quedaron por el camino.
Cuando las gentes del lugar llegaron a la costa encontraron los restos de la huida y vieron que las galeras piratas ya se alejaban.
Hechos extraordinarios
Hacia el mediodía regresaron al pueblo los vecinos reuniéndose en la iglesia de San Antonio para dar gracias a la Virgen del Rosario que se veneraba en aquel templo.
En esos momentos se escuchó la campana de la ermita de la Concepción (actual Iglesia de la Purísima) que tocaba por sí sola de un modo extraño. Los vecinos acudieron al ese templo que, en aquella época, constaba sólo de una pequeña nave cuya cabecera estaba en la actual capilla del Sepulcro, y presenciaron sucesos sorprendentes.
La lámpara, que debía estar apagada por haber consumido durante la noche todo el aceite, seguía encendida y desbordante de ese líquido.
El rostro de la sagrada imagen apareció ligeramente girado hacia la costa y, durante más de una hora, era resplandeciente y con gotas como de sudor.
A los pies de la imagen había restos de de arena.
Epílogo
En unos momentos se improvisó una procesión, con recorrido por las parroquias, cantando el Te Deum laudamus.
Posteriormente, las autoridades municipales recogieron testimonios firmados de los testigos de estos hechos extraordinarios en documento que se conserva en el archivo municipal.
En estos acontecimientos se fundamenta el hecho de adoptar a la Concepción (posteriormente Inmaculada o Purísima) como patrona de Almazarrón.
Jerónimo García Jorquera
(1) Aunque en los documentos de la leyenda aparece Arráez Morato como el nombre del jefe de los piratas, hay que tener en cuenta que “arráez” era la palabra con que se designaba al capitán de un navío, así pues, “arráez morato” significaba capitán moro. En realidad, durante varios siglos, en las costas mediterráneas, a muchos líderes corsarios se les llamaba Arráez Morato.
Se cree que el personaje de nuestra leyenda era Murad Reis, un albanés secuestrado por los piratas en su niñez y adoptado como hijo en Argel.
(2) No significa que desembarcasen exactamente en Puntas de Calnegre. Pudo ser en cualquier lugar de esa zona de la costa, entre Puntas y Piedra Mala o (calas de Bolnuevo).
Imágenes:
Archivo Paco García
http://www.laopiniondetrujillo.com/opinion/angeles-sanchez-rubio/chusma-granada/20140820110120002599.html
Muchas gracias, no conocía a fondo la leyenda.
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