No voy a contar más para no destripar la película que no hay que confundir con la del mismo título realizada en 1952.
Con un argumento sencillo, como sencillos son sus personajes, el director Robert Guédiguian da una tremenda sacudida a las conciencias de los espectadores, ante hechos cotidianos que se desarrollan en la actualidad, derivados de la crisis general que padecemos. A lo largo de 109 minutos el film nos obliga a reflexionar sobre multitud de temas individuales, familiares, sociales, económicos, políticos y hasta religiosos: amor familiar frente a la desestructuración de las familias, justicia frente a delincuencia, solidaridad ante la pobreza, sensibilidad ante el sufrimiento, perdón tras la ofensa…
Y todo ello multiplicado e impregnado con la revalorización de ideales: dignidad, honradez, responsabilidad, amistad, compromiso, esfuerzo, sacrificio…
En resumen, personajes que podrían ser nuestros vecinos, con conductas que constituyen una exaltación del heroísmo cotidiano, de la esperanza en el ser humano y del amor al prójimo
Esta película me recuerda a “Los miserables”, no en balde está inspirada en los mismos ideales que el relato poético “La gente pobre”, también de Víctor Hugo.
Curiosamente, a pocos días de ver la película, el Papa hizo un llamamiento a las más de dos mil personas participantes en el Foro Económico Mundial de Davos: "Les pido que garanticen que la riqueza sirva a la humanidad y no que la gobierne". En esa línea va la película, aunque parezca que solo se circunscribe a dos familias de Marsella.
Jerónimo García Jorquera
Imagen: http://www.labutaca.net/peliculas/las-nieves-del-kilimanjaro/
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