miércoles, 9 de marzo de 2016

HAGAS LO QUE HAGAS SIEMPRE HABRÁ QUIEN CRITIQUE

    (Adaptación de un cuento de “El Conde Lucanor”, de D. Juan Manuel)

    Un campesino tenía un hijo de pocos años pero de muy excesivo entendimiento hasta el punto de que, cada vez que el padre quería hacer algo, el hijo le señalaba todos sus inconvenientes. Y, como hay pocas cosas que no los tengan, de esta manera le impedía llevar acabo algunos proyectos que eran buenos para su hacienda.
    Cuando el padre hubo soportado largo tiempo este género de vida decidió darle una lección.
    Un día de mercado decidió que irían los dos a la villa para comprar algunas cosas que necesitaban y acordaron llevar una bestia para traer la carga.
    Camino del mercado, yendo ambos a pie y la bestia sin carga alguna, se encontraron con unos hombres que ya regresaban. Después de los saludos habituales, los que volvían empezaron a decir entre ellos que no les parecían muy juiciosos ni el padre ni el hijo, pues los dos caminaban a pie mientras la bestia iba sin peso alguno. El buen hombre, al oírlo, preguntó a su hijo qué le parecía lo que habían dicho. El hijo contestó que era verdad porque, al ir el animal sin carga, no era muy sensato que ellos dos fueran a pie. Entonces el padre mandó a su hijo que subiese en la cabalgadura.
    Así continuaron su camino hasta que se encontraron con otros hombres, los cuales empezaron a comentar la equivocación del padre, que, siendo anciano y viejo, iba a pie, mientras el mozo, que podría caminar sin fatigarse, iba a lomos del animal. De nuevo preguntó el buen hombre a su hijo qué pensaba sobre lo que habían dicho, y este le respondió que parecían tener razón. Entonces el padre mandó a su hijo bajar de la bestia y se acomodó él sobre el animal.
    Al poco rato se encontraron con otros que criticaron la dureza del padre, pues él, que estaba acostumbrado a los más duros trabajos, iba cabalgando, mientras que el joven, que aún no estaba acostumbrado a las fatigas, iba a pie. Entonces preguntó aquel buen hombre a su hijo qué le parecía lo que decían estos otros, replicándole el hijo que, en su opinión, decían la verdad. Inmediatamente el padre mandó a su hijo subir con él en la cabalgadura para que ninguno caminase a pie.
Y, yendo así los dos, se encontraron con otros hombres, que comenzaron a decir que la bestia que montaban era tan flaca y tan débil que apenas podía soportar su peso, y que estaba muy mal que los dos fueran montados en ella. El buen hombre preguntó otra vez a su hijo qué le parecía lo que habían dicho aquellos, contestándole el joven que, a su juicio, decían la verdad.
    Entonces el padre se dirigió al joven con estas palabras:
    -Hijo mío, he hecho todo esto para enseñarte cómo llevar en adelante tus asuntos, pues alguna de aquellas monturas teníamos que hacer y, habiendo hecho todas, siempre nos han criticado.  Por eso, si quieres hacer lo mejor y más conveniente, haz lo que creas que más te beneficia y no dejes de hacerlo por temor al qué dirán, a menos que sea algo malo, pues es cierto que, hagas lo que hagas, siempre habrá gente que lo critique.

                                        Y otra adaptación en vídeo:

                                                                             Jerónimo García Jorquera

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