miércoles, 22 de abril de 2015

Y DIOS CREÓ A LA MUJER

   Cuenta una leyenda oriental que, después de un mes de ser creado, el hombre buscó a Dios y le dijo:
    - Señor, te doy las gracias por haberme regalado la vida y haberme puesto en este lugar donde puedo disfrutar de la palmera y del viento, del río, de la luna y del sol, de la noche, del fuego, de la nieve, de la gacela, del ciervo, del puma,  de las rocas, de los nidos, de la lluvia, del perro, de la serpiente, del algodón, de las flores, del pavo real, de la miel, del diente de león, de las frutas,  del cisne …  pero,   Señor,  me siento sólo y te ruego que me des una compañera con la que compartir todos tus regalos.
    Y Dios entendió que el hombre llevaba razón, se apiadó de él y decidió acceder a su petición pero, como había agotado los materiales, decidió crear a la mujer con la esbeltez de la palmera,

con la inconstancia del viento, la frescura del río, el misterio de la luna, la luminosidad del sol, la oscuridad de la noche, el ardor del fuego, la frialdad de de la nieve, la  timidez de la gacela, la osadía del puma, la mirada amorosa del ciervo, la crueldad del tigre, la dureza de las rocas, la fragilidad de los nidos, la caricia de la lluvia, la lealtad del perro, la infidelidad de la serpiente, la suavidad del algodón, la aspereza de las rocas, el colorido de las flores, la soberbia del pavo real, la dulzura de la miel,  la amargura del diente de león, las redondeces de las frutas,  la belleza del cisne …

  Y Dios, con su sabiduría,  mezcló tan desiguales ingredientes, formó a la mujer y se la entregó al hombre. Y el hombré empezó a ser feliz con su compañera.
     Después de un mes de convivencia, el hombre llamó a Dios y le dijo:
    - Señor, la compañera que me diste no me hace feliz: habla sin parar, me exige estar siempre pendiente de ella, se queja de mi libertad, llora sin motivos, disfruta haciéndome sufrir. Así que quiero devolvértela porque no puedo vivir con ella.
    Y Dios, en su bondad, se apiadó del hombre y tomó a la mujer.
    Un mes mas tarde, el hombre busco de nuevo a Dios y le habló así:
    - Señor, me siento muy sólo desde que te devolví a la criatura que me regalaste. Echo de menos sus risas y su alegría, sus caricias y su música. Te pido que me la entregues de nuevo.
    Y Dios se compadeció del hombre y le entregó por segunda vez a la mujer.
    Y transcurrido otro mes y el hombre volvió a buscar a Dios y le dijo:
    - Señor, perdóname, pero la compañera que me diste no me deja vivir en paz, se queja se todo, se disgusta muchas veces y me hace desgraciado. Te pido que te quedes otra vez con esta criatura.
    Y Dios acepto de nuevo la propuesta y se quedó con la mujer.
    Y  pasó un mes más y el hombre llamó a Dios y le dijo:
    -Señor, otra vez me siento muy solo sin la compañera que me diste. Echo de menos el color de sus mejillas, su mirada amorosa, sus suaves caricias,  sus cantos alegres, su ternura, su comprensión … Te pido que me la des otra vez.
    Y Dios le preguntó:
    - Pero … ¿otra vez? Hombre, ¿que te  pasa?
    - No sé que me ocurre, Señor. Tal  vez me estoy volviendo loco porque no puedo vivir con ella …  pero tampoco puedo vivir sin ella.
                     
                                                      Jerónimo García Jorquera (Adaptación)

Imagen: http://ubdavid.org/espanol/nueva-vida3/nueva-vida3_1.html

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